Cuando los hijos crecen los padres quedamos huérfanos:
Es que los niños crecen independientes de nosotros, crecen sin pedir permiso a la vida, y de repente sin darnos cuentas un día por alguna frase o acción nos percatamos que dejaron de ser niños y nosotros los padres nunca nos preparamos para ese momento.
Entonces, ya no esperamos que crezca para liberarnos un poco de los cuidados y las obligaciones ahora pasamos largas noches esperando que aparezcan y pidiendo a nuestro dios que nos los proteja.
Allí estamos, esos son los hijos que conseguimos generar y amar Ellos crecieron observando y aprendiendo con nuestros errores y aciertos. Principalmente con los errores que esperamos que no repitan.
Pasó el tiempo de las tareas dirigidas, los paseos al parque, el inglés, la natación y el karate y ya es esporádica la familia reunida en la mesa a la hora de la comida, las vacaciones ya dejan de ser en familia y comienzan a ir con sus grupos de amigos.
En este momento comenzamos a atormentarnos pensando que deberíamos haber ido más junto a su cama al anochecer, No los llevamos suficientemente a los cines, a los juegos, no les compramos todos los helados y ropas que nos hubiera gustado comprarles y no les dedicamos todo el tiempo que merecían por nuestras constantes obligaciones buscando mantener una buena holgura económica.
Ellos crecieron, sin que agotásemos con ellos todo nuestro afecto.
Después llegó el tiempo en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, pues era imposible dejar el grupo de amigos y primeros enamorados. Los padres quedaban exiliados de los hijos.
Sentimos la soledad que siempre deseamos pero descubrimos que no había paz sino nostalgia pero nosotros también fuimos hijos e hicimos nuestras vidas.
Aceptemos que tomen sus rumbos y que sean independientes y dueños de sus éxitos y sus fracasos.
El secreto es esperar a los nietos que son la oportunidad de reeditar nuestro afecto.

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